martes, 19 de febrero de 2013

Las emociones: como olas en el mar.



Cuándo fue por primera vez que pude saber o nombrar lo que sentía, es un misterio. No sé a ciencia cierta en qué momento el concepto de tristeza o felicidad entro en mi vida. Pero si recuerdo algo, me enseñaron desde pequeña que la rabia era mala, no debía sentirla, no debía darle espacio ni menos dejar que los demás sufrieran con ella. Siempre fui alabada por ser una niña modelo: limpia, de ojos verdes, tranquila, “una foto”, donde me dejaban sentada, me quedaba. No fue hasta la adolescencia donde está rabia fue revelándose, apareciendo, como olas en el mar, capeaba una, pero no podía pensar que no vendrían más o que no estaría al merced de ellas, a veces soñaba con una ola gigante, me perseguía por tierra firme, aparecía en cualquier momento, ya no podía seguir escapando, cuando soñaba que golpeaba a alguien mi golpes no le hacían daño, me quedaba indefensa y vulnerable.

Hoy puedo saber que el rol de niña en control, ordenada, tranquila y calma dejo grandes huellas en mi vida de adulta, no me di cuenta hasta que me vi enfrentada a otras personas, cuándo establecí mis primeras relaciones de pareja o con amigos, laborales,  fue en ese momento que me descubrí como un ser unidimensional, plana, a la espera de, sin autoridad en mis palabras, siempre a la espera de no molestar a nadie. Fue difícil saber que no era “normal” como yo esperaba ser, o que el ser buena hija me alejaría de mis padres al sentir que me habían quitado una parte importante de mi: mi carácter en toda su dimensión. 
Desde ese momento, me conecté con lo que mucho tiempo pretendí que no existía  me enfrenté, grite, alegue, dije lo que me molestaba, aprendí a decir no, supere que otros me dijeran no… encontré el secreto de mi estabilidad: hay que navegar con buen y mal clima.
Muchos  expertos han descrito el proceso en que se desarrolla la psiquis del niños(as), al igual que sus emociones, es un proceso lento, se adquiere una variedad de emociones en el momento que se van sintiendo y aprendiendo a dominarlas, sin censurarlas. Entiendo que  a veces o muchas veces es  un laberinto y un desafío para padres criados en el modelo del autoritarismo y represor de las emociones más incomodas, tales como la rabia e ira. Nos entrenan para reprimir y no para crecer y aprender de nosotros mismos(as). Ese es el desafío, conectarnos con las emociones vivirlas y sanarlas, traspasarle a nuestros hijos e hijas lo mejor de nosotras y acompañar el camino inverso que nosotros recorrimos con nuestros padres, ese es el mejor modo de sanar y crecer. 

Colectivo MamaLuz
Carolina. 

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