viernes, 8 de febrero de 2013

“Sexualidad, colecho y otros placeres”

Me he tomado el tiempo de coleccionar conceptos de sexualidad, pues  sí que hay muchos, con Derechos incluidos, pero me saben a un  gusto de biblioteca fría, oscura, seria, refinada y compuesta donde las señoritas deben leer sentadas, con las piernas bien juntas sin que se vea la entrepierna a través de la falda. Y la intelectualización de la sexualidad a nadie le sirve porque se queda en la cabeza atrapada, con la idea, sin vivencia ni gusto, pálida y abandonada.




En estos momentos es inevitable recordar una escena de la película “Amelie” donde la protagonista está en la azotea de un edificio imaginando, mirando y preguntándose al horizonte ¿cuántos orgasmos estarán ocurriendo en ese mismo instante? (15).Y ahora yo me pregunto ¿cuántos orgasmos han tenido en esta última semana?  O mejor ¿Cuántos placeres han gozado esta semana? Es que la sexualidad como lenguaje, es tan compleja como simple de vivirla. Si reducimos la sexualidad a la genitalidad estamos perdidas, en el tiempo, en el espacio y desconociendo en su fondo la plenitud de nuestro cuerpo.
La sexualidad es un potencial genético arraigado a nuestra memoria celular, a nuestra memoria ancestral vivida y revivida en distintas épocas paganas, profanas y sagradas. Alejarnos de nuestra sexualidad, es también alejarnos de nuestra esencia  femenina, masculina, animal, conectada con la naturaleza del sentir y la gratitud de estar vivos, respirando.
La sexualidad es una invitación a expresarnos, comunicarnos y conectarnos con movimientos, formas, aromas, sabores, sonidos, temperaturas, paisajes… Con todo aquello que se nos ocurra ligado al respeto, al amor, la comprensión, al placer, al gozo de sentir  más sueltas o más apretadas las riendas de las emociones, conduciéndonos a una  revuelta de hormonas, dispuestas siempre a la acción.
Siempre contaremos con referentes de fotografías,  libros, películas, revistas donde se hable de sexualidad, pero aquello no tendrá más validez que lo que cada una le quiera dar porque muchos de estos referentes en vez de ayudar destruyen la integridad de la sexualidad, sentida con todo el cuerpo, con o sin sexo y todos los pequeños grandes gustos en nuestra intimidad.
Hace un tiempo me hice una lista de placeres que les puedo compartir en esta esquinita del post. Estos iban desde el gusto de comer chocolates en mi fase premenstrual, pasando por rebozar mi cuerpo con aceite de almendras luego de una larga ducha, jardinear, sentir los rayos de sol en los ojos tirada en el pasto, hasta dormir con mi hijo, entrelazado a mi teta y sintiendo el cuerpo de mi compañero calientito en mi espalda. Que placer más rico saber ¡que siento!
¿Qué siento? Hacerme esta pregunta me da el pie para lanzarme a la cama y destapar el colecho. Siento que es lo mas rico, sublime, poderoso (aparte de haber parido),encantador, suave, dulce, delicioso dormir con mi cachorro y regocijados en los brazos de mi compañero.
 No vamos a decir que el colecho es una nueva manera de dormir compartiendo la misma cama o habitación entre abuelos, padres, hijos, tíos, sobrinos… es una práctica muy antigua, ancestral (tal como el porteo y muchas otras prácticas que la gente “moderna” olvida). Salvo en casos muy puntuales no está recomendado practicarlo, como por ejemplo: en problemas de obesidad, tabaquismo, alcoholismo, consumo de sedantes, entre otras  investigadas por el  Dr. James McKenna (“Dormir con tu bebé: una guía para padres sobre el colecho”).
De pequeña dormí con mis padres, ellos nunca supieron que eso era “colechar” y yo menos, lo vine a saber cuando mi hijo nació, debido a que mi suegra nos preguntó por qué armábamos la cuna. Nos miramos sorprendidos con cara de- Si tu sabes para qué-. Luego nos enteramos de que “eso” de dormir con los hijos se llama colecho y que el mercado ya tenía a disposición múltiples muebles para adaptarlos en el dormitorio.
Así, en nuestra intimidad abrimos las sábanas, las mantas, frazadas y despejamos los peligros para unir nuestros cuerpos durmiendo todos juntos. Sin dudas que quienes nos visitaban se preguntaban o directamente nos decían ¿duerme con ustedes? Y los más osados ¿cómo lo hacen para su vida íntima? Porque claro, la sexualidad es “súper” importante en la pareja, “el abandono” de la sexualidad perjudica la relación, entre otras bazofias que de seguro quienes practican esta manera tan amorosa, amable, afectiva, cálida y respetuosa de dormir han escuchado!
Pues bien señoras y señores, se puede! Sí, claro que se puede practicar sexo, vivir la sexualidad en plenitud, desbordarnos de sensualidad, regocijarnos en el erotismo a cien grados celsius con todas las especias y practicar colecho porque no sólo existe la cama para tales vivencias y mucho menos la noche para gozarlas.
Sólo con un poco de creatividad  podemos indagar abriendo nuevos rincones de la casa, del parque, en las vacaciones, en el auto o donde sea… no existe un lugar puntual para las caricias, abrazos y besos ¿O a caso cuando eran adolescentes necesitaban un techo o como mucho una cama para hacerlo?…
Los momentos intensos, ricos, amorosos, revitalizantes pueden ser con o sin la pareja porque la sexualidad no es sólo genitalidad, sino que es el placer de vivir con todos los órganos y sentidos. Pese a ello se insiste en el coito como único vehículo de canalización de la energía sexual. La libido es una energía que mueve, que brota a chorros por los poros, es preciso estar en conexión con nuestro cuerpo para dejarle fluir.
Es arduo trabajo erradicar los tabús, miedos, mitos, creencias adoptadas enriqueciendo la educación sexual y el conocimiento de nuestro ciclo menstrual, especialmente en nosotras,  ya que en cada fase de nuestro ciclo nuestra energía varía, nuestro  útero vibra de maneras distintas, lo cual nos hace estar con más o menos conexión o apetencia de encuentros potencialmente sexuales/coitales. Sentir/oír/intuir con honestidad el deseo de fusión sexual, puede ser debelador, ya que lo único que podría impedir que una pareja tenga buen sexo con la frecuencia deseada (según yo) es la “escasez de apetito”. Esto último puede ser  temporal, circunstancial o definitiva, teniendo múltiples causas: estrés, aburrimiento, cansancio físico, tratamientos farmacológicos, abuso de alcohol, la existencia de otros problemas muy ocultados en la persona, entre otros. En pocas palabras desnudar el alma y no necesariamente el cuerpo  nos puede guiar para saber cómo estamos vibrando, lo que me lleva a pensar que el colecho no será la causa, como mucho una excusa para evitar la sexualidad con la pareja.
A sincerarse, a ser honestas con el sentir y expresar lo que se quiere o necesita; vivir nuestro cuerpo de mujer con gozo es un camino para descubrir, no obstante el cuerpo como sea lo dirá o gritará de algún modo.


Para terminar me gustaría compartir el capítulo “Todo es cancha” de la popular película “El Chacotero Sentimental”. Es muy simbólico no solo por el colecho de la familia entera afectada por el hacinamiento, la falta de espacio y la postergación social que vive muchas familias en Chile, sino también de cómo la sexualidad moviliza a la organización social,  sintiéndose como una causa común que les pertenece a todos en lo más íntimo de sus vidas (todo termina en público, pero se apañaron para vivirla intensamente).

Colectivo Mamaluz. 
Celeste. 

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